5
Abr

Seguimos jugando 2. Ricardo Acevedo y CRSignes

Una eterna Venecia con callejones misteriosos
donde se esconde el más tierno de los besos,
fragmentos de libros escritos en clave,
el último tango en Valencia
tocado por una banda con los ojos tapados,
rozar el cielo raso con el último beso de la semana,
alcanzar el orgasmo en el medio de un tren del metro
ante los embrutecidos pasajeros,
horas de caminata lunar con Martinis y aceituna,
la gran marea de refrescos burbujeantes
que asola nuestra costa privada,
vampiros de Armani que nos protegen
contra comandos de paparatzi,
la banda sonora de Sergio Leone en cada uno de duelos.

©Ricardo Acevedo Esplugas 2005

En un espacio callado y quieto,
después del sonido vibrante del silbido
de “la muerte tenía un precio”,
momento preciso de sincronizarme
con tus pulmones en el aire tibio
de una noche de verano en los fiordos,
o respirando el último aliento de oxígeno
tras una despresurización espacial,
aguantaríamos tan solo por mirarnos a los ojos
plenos del reflejo de las estrellas,
y pasarnos el uno al otro con la mirada,
con las manos, el ansioso contacto,
el apasionamiento y caprichoso deseo,
del primer helado,
de la primera golosina dulce y fresca
en la boca de algún niño en el Coppelia.
Todo y más nos perderíamos
en el interior de un mundo constantemente bombardeado
por deseos, palabras del pasado, del futuro,
que hablaran de hipotéticos encuentros
rodeados de cine de terror,
del mejor que conocemos,
nos atraparía la tela de la araña del menguante,
jugando con flores al lado de un ser nacido del trueno,
vigilaríamos a los misteriosos vecinos,
esquivaríamos desagradables
vómitos y escupos de algún endemoniado.
Todo y más en la noche,
con la brisa del malecón rozando nuestro cuello,
cerrándonos el uno al otro sin retenernos.

©CRSignes2005

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