6
Nov

Una tarde cualquiera de verano

Desde la ventanilla los ojos de Rebeca se perdían en las manchas blanquecinas que iluminaban el monótono color de la pradera. Había comenzado a llover y los rebaños parecían huir en estampida en busca del abrigo de los árboles ante el envite de las gotas que caían con fuerza. Le hubiera gustado que el tren se detuviese en aquel momento, bajarse y jugar con ellos pero Adela le sujetaba fuertemente la mano.
—Rebeca dale esto al señor que nos lo está pidiendo.
Con timidez levantó la mirada. Le sorprendió el uniforme. Sobre todo aquella gorra que Paco no dudó en ponerle a la pequeña, ella se echó para atrás y abrazó con fuerza a su muñeca.
Sin mediar palabra y en vista del gesto de rechazo se lo calzó de nuevo y picó los billetes sin perder la sonrisa.
Unos pasos más y se encontró a Pepe que estaba más entretenido en las cuentas y los problemas de su libreta que en atender la demanda del pasaje.
—Ejem,… El billete por fa… —antes de poder terminar su frase se lo entregó, después de punzarlo lo dejó sobre el regazo del pasajero que no tenía ninguna intención de recogerlo.
Refunfuñando se dirigió hasta el final de la fila. Demasiados asientos para tan poca gente, pensó. Le hubiera gustado remodelarlo todo, concentrarlos en un mismo punto, pero no le daba tiempo, además Luís parecía reclamarle, como si tuviese miedo de arribar a su destino antes de ver su ticket revisado. Levantado y con la mano estirada, impaciente, incluso forcejeó con Paco.
—¡Démelo!
Ofendido Paco tuvo que reprimir empujar a Luís. Siempre hacía lo mismo. Nunca estaba conforme con nada. Era el más pequeño y le fastidiaba que nadie le dijera nunca nada, salirse con la suya, que no se lo consintieran todo.
Manuel apareció como intuyendo los problemas, venía tambaleándose entre la fila de asientos y paró justo enfrente de los dos al mismo tiempo en que Rebeca se había levantado y acercado hasta ellos.
—¿Puedo ir a la baño? —Miraba de reojo a Adela.
—Sigue hasta llegar al final, y en el otro vagón la primera puerta a la derecha.
Rebeca corrió sintiéndose liberada, de camino y sin soltar su muñeca se iba sentando en todos los asientos vacíos.
Paco tenía claro que el juego había terminado, se quitó la gorra y la chaqueta con rabia. La voz de Luís, que parecía ajeno a lo que acababa de hacer le devolvió a lo que estaban haciendo.
—Revisor ¿a qué hora llegamos a nuestro destino?
—Ya mismo —afirmó mientras posaba su disfraz en una silla.
—No —intervino Manuel que después de quitarse la chaqueta y la gorra que llevaba se colocó las de su hermano mientras con la mirada le recriminaba su acción. —Falta media hora señor —aseguró —siga con lo que estaba haciendo y disfrute de lo que queda de viaje.
Paco salió del cuarto cruzándose con Rebeca que importunaba con su juego de sillas vacías.
—Vaya, vaya con el señoritingo. Anda vete Paco, y no vuelvas, no te necesitamos para nada.
—Tú te callas Luís, siempre haces lo posible para disgustar a Paquito y fastidiar los juegos.
—No se ha estropeado Manuel, ahora tú eres el revisor lo que quiere decir es que lo que necesitamos es un maquinista. ¡Lo haré yo!
—Eso era lo que querías ¿no? —Adela, incluso Pepe, que dejó sus cálculos por un momento, asintieron ante la afirmación de Manuel.
—Sí —aseveró mientras se ponía el disfraz de maquinista. —Y ahora terminemos la ruta. Una cosa, ¿qué os parece si el tren descarrila? Con tirar las sillas…
—¡No! —contestó Manuel.
—Pues podríamos ser víctimas de un asalto… como en las pelis de vaqueros. ¡Me pido forajido! —Canturreó.
—Pero ¿no eres el maquinista? —Parecían todos sorprendidos.
—¡A cenar!
El tren había llegado a su destino. Pronto anochecería. Colocaron las sillas en su sitio, despegaron la estampa campestre de la ventana del departamento, tomaron a la pequeña Rebeca de la mano que se afanó en recoger su muñeca, apilaron las libretas de ejercicios de Pepe, y una vez desprovistos de los disfraces salieron de la habitación. Aquel verano estaba resultando tan divertido como habían soñado.

Carmen Rosa Signes Urrea (2011)

free b2evolution skin