Tusitala, "el que cuenta historias"
Embarcaré rumbo a tropicales aguas, emulando gestas del pasado. Buscaré consuelo en la inspiración que contagió el deseo de grandes artistas y, como ellos, me dejaré atrapar. Lloraré al no poder emular sus hazañas en manos de algún capitán intrépido con el que atravesar los océanos y los mares, varando en cada puerto, bordeando costas peligrosas en los confines de un mundo aún desconocido, a bordo de alguna nave impulsada por el vapor y el viento, que dibuje -con el negro humo del carbón- nuestra ruta en el cielo limpio y cálido del trópico.
Apenas si tendré tiempo de releer las obras de mis admirados, pero no por ello renunciaré a sus letras. ¡Schwob me acompañará siempre! Escribiré un diario que compartiré contigo a mi regreso.
Tras la corta travesía de un vuelo directo, anotaré cada uno de los detalles de las tierras que en su día Schowb pisó en su Viaje a Samoa, para buscar en ellas la magia que contagió su mente distorsionada por la fiebre en el delirio.
Me trasladaré al archipiélago en donde reposa Stevenson, aquel en el que habitaron ambos, buscando vestigios de las historias que contaron.
Visitaré la tumba del autor de "La Isla del Tesoro", buscaré respuestas del porqué Schwob nunca llegó a pisarla, y esperaré convertirme como ellos en un "tusitala" para los aborígenes, y pertenecer a la misma estirpe.
Temo descubrir que ya nada quede de aquel paraíso. Que las playas vírgenes, a las que sólo se accedía por un mar en donde el reflejo de las naves teñía las cristalinas aguas del arrecife, y el velamen acompañaba con su música a los remeros que deslizaban a los viajeros hasta la costa, ya no existan. Deberé hacerme a la idea de que las danzas de movimientos obscenos, que sirvieron para espantar enemigos, han sido convertidas en espectáculo para turistas y en cantos amenazantes en un juego de pelota; que los aromas ya no sean puros; y las mujeres no vistan sus livianas y coloridas telas florales, teniendo que trincar al vuelo sus insinuaciones que, de seguro, ya no tendrán la inocencia de aquellos tiempos —desconozco si se querrán fiar de mí—. Y aguardaré tu respuesta antes de regresar a tu lado, pues necesitaré saber por tus palabras que aún me esperas. Entonces, lloraré a lágrima viva hasta sentir escocer mi piel, en mi partida de estas islas, al tener que alejarme de Samoa.
CRSignes 01/04/09
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