13
Jul

Pájaros de celulosa

A Carla con cariño

Pajaritas. Miles de pajaritas de papel de colores y en todos los tamaños poblaban la mesa, las sillas y el aparador, invadían la estantería, se las podía encontrar por el suelo del pasillo, en la cocina, el baño, y también en el dormitorio por encima de la cama. Aquella colección de aves de celulosa, existía gracias a las manos de Daniel, que vivía bajo la protección de servicios sociales en una casa de acogida. De ventana a ventana, Daniel se hizo mayor pegado al cristal, observando los pájaros que revoloteaban. Por culpa de unos padres de pensamiento arcaico apenas si fue a la escuela. Sus progenitores lo sacaron pronto debido a las bromas de aquellos niños maliciosos y maleducados, que veían en él el centro de sus burlas y chistes: “¿De qué te van a disfrazar tus padres para carnaval? ¿De pájaro bobo? “
Lo poco que pudo aprender lo atesoró en su mente, que creció libre. Años después, con sus padres ya fallecidos, fue a parar a una casa de acogida. El cuidado del muchacho le correspondió a un matrimonio anciano que, no sabiendo que hacer con él en el primer encuentro —Daniel no hablaba prácticamente con nadie—, se limitaron a darle papel y colores, con la esperanza de que se entretuviera dibujando. Fue entonces que comenzó aquella apasionada colección.
La primera pajarita la hizo inseguro, rememorando el día en el que en la escuela le enseñaron. Para ella escogió un papel de un blanco hiriente, que él rompió dibujándole unos ojos; aprovechó todo el folio, y una vez terminada se la regaló a los viejos (el único regalo que que hizo en toda su vida). Cinco minutos después ya estaba haciendo la segunda. Tomó un color azul cielo con el que emborronó la totalidad de la hoja, le dio forma y la colocó junto a la ventana. Así una tras otra fue llenando la casa. Le consiguieron papeles de colores y cartulinas. El desparpajo al hacerlas era tal, que cuando se quedaba sin suministros las confeccionaba con lo que encontrara. Las había de papel de periódico, de envolturas de caramelos, de papel de aluminio, livianas y diminutas, de papel de fumar, incluso de papel moneda de diferentes países que enganchaban sobre un gran globo terráqueo. Sentía tanto placer, que no pusieron freno a su creatividad hermosa y obsesiva. De ahí que en poco tiempo convirtieran la casa en una gran jaula sin barrotes que todo el mundo visitaba.

CRSignes 080309

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