Falso prólogo de “El libro de las Maravillas”: o las verdades que tal vez se guardó para sí un tal Rustichello hacia su mentor
“Aquí lo tenéis Maese Polo. Cierta envidia me recorre. Sino fuera por el respeto y la admiración que le venero, nunca hubiese servido de ayudante para pasar a papel todas sus aventuras, retratando pintorescos parajes, ensoñaciones inimaginables... a sabiendas de que muchas parecen más fabulaciones o delirios. Y aunque no lo fueran, corren el riesgo de ser tomadas como tales cuando vean la luz. Imagino que de no ser por eso yo, Rustichello de Pisa, como otros me hubiera alejado de la influencia de un personaje como vos, que durante tanto tiempo ha viajado por el mundo como embajador de su Santidad, según afirmáis. Lo cierto es que, sin la trascripción de su relato, por culpa de esta injusta encarcelación, la locura podría haber hecho mella en ambos.
Pero ¿dónde demonios estuvo hombre de Dios? Puede que yo no viajara tanto, que no alcanzara las postrimerías de su recorrido; tal vez incluso, quedé a las puertas de su fabulosa ruta; y quizás por eso mismo, nunca vi las maravillosas cosas de las que hace mención. Posiblemente su relato se enriquece con las leyendas y mitos de aquellos remotos parajes, me consta que es muy listo y sabe qué hacer para llamar más la atención sobre sus descubrimientos, es por ello, estoy convencido, de que sus afirmaciones acerca de: los unicornios; los hombres con cabeza de perro; aquellos otros que hablaban por el ombligo; el traje que aguantaba las llamas; las piedras negras que desprendían calor al lanzarlas al fuego; incluso el hecho de hacer referencia a un paraíso cristiano que resiste el acoso del infiel, la tierra más rica que jamás nadie pueda imaginar, la del Preste Juan según la llaman, cumplen un fin más que estudiado, Maese Polo. Sabe Dios, si ha podido ver y visitar todas aquellas reseñas extraordinarias que han quedado al resguardo de la escritura, o si bien su intención ha sido dejarlas a buen recaudo gracias a estos escritos, para que otros puedan contemplarlas y el resultado de su búsqueda no sea infructuoso.
Quizás se lleve a la tumba la verdad que esconden todos los enigmas de la ruta comercial que aquí nos muestra. Pero puedo asegurarle, que en mi empeño se encuentra que este maravilloso manuscrito se convierta en lectura obligada para aquellos, que como vuesa merced o yo, amen la aventura.”
Rustichello de Pisa, Genova Año de Nuestro Señor 1299
CRSignes 241008
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