24
Abr

A través del tiempo

Toco la aldaba de bronce envejecida. Un solo golpe resuena. Sorprendida, asustada, siento el taconeo cercano, la puerta se abre. Del interior surge la figura esbelta de una doncella ataviada con un traje isabelino negro, delantal y cofia blanca. “Temo no poder servirte —me dice —, espera a tomarte esta galleta, y podrás entrar”. Le hago caso y muerdo. En un abrir y cerrar de ojos, alcanzo el tamaño de la puerta. No sé si es ella que se alarga o yo la que se encoge. Cruzo el umbral y me reciben con júbilo los invitados a un banquete de té, tarta y pastas. Sentada entre un conejo que come aprisa, y el anfitrión que se presenta como el sombrerero loco, justo enfrente de mí, sentada una niña. “Es Alicia, y me ha seguido”, —dice el conejo. “No, Alicia soy yo”, —le digo. “No, es ella”, —contestan todos. “¡Soy yo!”, —insisto. Me miro en ella, y no me reconozco. Decido regresar sobre mis pasos, encontrar el camino de vuelta, pero no veo más que mi reflejo en un espejo de plata. Cuando retorno mi mirada, la mesa ha desaparecido, y el conejo, el sombrerero, las tazas, tartas, todo, todos menos la doncella. “Este no es tu tiempo Alicia. El tuyo ya pasó”, —dice mientras me entrega otra galleta que muerdo.
“Me llamo Alicia, tengo 15 años, y hoy me convertí en mujer.”

CRSignes 250309

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