Amor en penumbra
Dejaron en penumbra la habitación. Los asistentes, primerizos y veteranos, inquisidores algunos, escépticos en su mayoría, aterrorizados otros, se mostraban impacientes. La presencia entre ellos de personajes públicos y periodistas, daba al espectáculo una categoría impropia de una situación tan extraña como ilusoria. Florence Cook se había convertido en el acontecimiento de moda desde finales del siglo XIX.
Entre los asistentes, William Crookes, había dedicado desde 1875, cuando Florence era tan sólo una niña, su tiempo en investigar el caso de aquella mujer preparada para materializar el cuerpo del espíritu que se hacía llamar Katie King.
La médium, situada en el fondo de la sala, entraba en un trance capaz de provocar fenómenos nunca pensados, y que tan sólo él, había estudiado.
Los fluidos surgían desde la nariz, la boca y los oídos de Florence, conformando el cuerpo que avanzaba sigiloso hacia los invitados. La figura, surgida de la unión de la energía canalizada de la médium, deambulaba esperando las preguntas de los asistentes. Florence apenas si abría la boca. Con los ojos cerrados, como desmayada, parecía ajena a lo que sucedía. Katie la domina.
Envuelta en blanco sudario, siempre cerca de la fuente que la creó, deja que pregunten y observen. Su bello rostro, pálido y triste, tiene una amarga noticia que comunicarles. Aquella será su última aparición.
William se siente morir. No sabe por qué, pero lo idolatra; desconoce cómo pero cree estar enamorado. Vive obsesionado. Desde sus investigaciones y con ellas, la ha defendido, para acabar admirándola. La desea, no comprende su marcha.
Katie se coloca a la altura del científico, que con la respiración entrecortada la aguarda. Siempre ha estado allí, a su lado, ella lo sabe, pero no puede más. Su misión se ha cumplido. Comienza a desvanecerse, hasta desaparecer.
La busca en los ojos, al fin abiertos de Florence, que sale del trance entre los aplausos de los presentes que se marchan.
La amó, y ese sentimiento murió con ella. Un secreto a voces, desvelado por sus gestos, su admiración y el celo en defenderla, aunque siempre argumentó el carácter científico de su presencia.
¿Fue Katie consciente de aquellos sentimientos? Y si no fue así, ¿mereció saberlo?
Hermoso sería pensar, que algún encuentro privado los uniera de nuevo. Tanta dedicación, mereció un premio.
CRSignes 250109
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