25
Mar

Jitterbug

A ritmo frenético, el descontrolado movimiento de los bailarines, que disfrutan aquel tiempo pese a la tensión de los tiempos que corren, durará hasta que la fuerza aguante. El sonido de las trompetas, que marca la melodía de Goodman, acompaña los pasos cruzados, los saltos y las piruetas de los soldados. Las muchachas londinenses, entusiasmadas, aguardan sentadas dispuestas para salir a la pista. Desoyen las mentiras de las recatadas damas, esquivan la opinión de unos padres que desaprobarían cualquier acercamiento.
“Déjate llevar muñeca.” La toma con descaro por la cinturilla de avispa, la abultada falda se mueve con vaporosa gracia. La arrastra desde la esquina hasta el centro de la pista. Pronto le toma el pulso al ritmo que con pasos rápidos, precisos, asombra a todos. El estampido de la batería, la guitarra, de nuevo las trompetas,… la orquesta despliega sus mejores armas.
De nada sirve la presencia de la policía militar que vigila inquieta, temen enfrentamientos. A nadie le gusta que le levanten las mujeres. Los soldados británicos se reprimen y callan, deciden competir, pero con baile. La pista arde, el ambiente se caldea. La noche no les da tregua. Saben que pronto tendrán que partir, que la diversión se convertirá en un espejismo inalcanzable, y no se detienen más que para respirar. No hay lugar para el quebranto, ni cuando a mitad de la fiesta la banda se calla. La sirena que avisa que los bombarderos alemanes sobrevuelan la ciudad, detiene el baile; corren todos a los refugios. Pero cuando todo pasa, regresan con mayor fuerza incluso. Ni el enemigo los va a parar.
Pero la noche se trunca, la orden de partir llega sin aviso, les espera el frente. Montan en los vehículos, sin apartar la mirada de aquellas jóvenes que enjugan lágrimas verdaderas, las mismas que momentos antes saltaban de sus ojos al compás del baile, o mientras escuchaban una declaración de amor.
Así como la simiente ha engendrado con amor el cuerpo de alguna muchacha enamorada de su héroe, el alma del baile quedará marcada en los compases, sacando de los mismos esencias, que forjarán recuerdos de esa época tenebrosa de muerte y destrucción. Y tal vez los dibujará con los reflejos de las trompetas sonando, los vuelos de aquellas faldas descaradamente indiscretas mostrando muslos, y la silueta de aquellos jóvenes entregados a la guerra y al baile.

CRSignes 170309

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