Las reinas. Parte 5ª La reina de corazones
A Teresa le pierde ella misma. Su vida dedicada al placer, sonaba hueca a oídos de los que la quieren y de los que nunca aceptó un consejo. Ahora se encuentra sola. Hizo siempre lo que le vino en gana. Caprichos hechos realidad y sueños rotos, siempre se quejaba de lo mismo. Vendía su cuerpo y creía ocultarlo bien, pero realmente nadie lo quería ver. Había sido hermosa, insultantemente apetecible; de haberlo querido, bien niña hubiera podido alcanzar la estabilidad, pero… ¿dónde habrían quedado sus sueños? Insaciable, no daba tiempo a que los sentimientos se acostumbraran. Cambiaba más de amor que de traje; era sencillo para ella y aún hoy sigue siéndolo, aunque mermada la belleza, resentida en su salud, la obsesión y los excesos hayan desquebrajado su mente. Se ve hermosa, se siente como antaño, pero ha perdido la discreción. Da muestras descaradas de una descuidada exhibición de si misma, “Es que no puedo salir por ahí, todo el mundo me dice lo guapa que soy, y lo bien que me encuentran”, dice mientras intenta arreglarse un cabello desordenado, o disimular su hinchado vientre o las ojeras. Cree poseer la llave del placer, y es el placer el que ha alejado sus cerrojos de ella. Se ha movido por un mundo que muchos ni tan siquiera hubieran aceptado, ha luchado por si misma con la integridad del que es consciente de lo que hace, sin dejarse amedrentar por las dificultades, tragando orgullo y rabia para poder salir adelante. Y es ahora cuando, gracias a sus esfuerzos desmedidos y efímeros, ha conseguido sacar adelante algún que otro sueño que le acercaba los pies al suelo, que su mente ha dicho basta. Tiene miedo, se asusta de la ayuda externa, pero al tiempo la busca. No sabe lo que quiere, pero lo quiere todo… El amor de unos hijos que alejó de su vida, el cariño de amantes pasajeros y amigos bien amados, el respeto y la idolatría de los que le siguen sus pasos cansados. Mientras, se tambalea de un lado a otro dejando que los demás hablen a sus espaldas, imaginando que es para bien, por sus encantos, no queriendo escuchar las burlas, ni el sarcasmo. Demasiado tiempo refugiándose en enfermedades inexistentes, intentando de ese modo atraer la atención de los que la han querido y la quieren, pero por su propia obsesión sólo consigue apartarlos cada vez más. Otra entrada en el hospital, esta vez no se sabe bien el porqué -ataque de ansiedad o de pánico-, pero ahí, está esperando el consuelo que no llega, la compasión de los que la rodean, y que ella fantasea como pleitesía y adoración. Está derrotada y triste, su vida se apaga en sus desencuentros, pero no quiere darse cuenta.
Augusta, abre los ojos y le sonríe, reconoce sus formas pero sigue durmiendo, se consuela entrelazando sus manos a las de ella, y Teresa descansa.
Mañana amanecerá, y el nuevo día las rescatará a las cuatro. Continuaran sus vidas hasta alcanzar otro alto, convencidas están; y quizás, tal vez, el destino vuelva a barajar, y junte de nuevo a estas reinas de diferente palo.
Fin
CRSignes 2007
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