3
Ene

Angelillo

Cuando llegaba la calle se quedaba vacía, todos le temían. Se había ganado el respeto a pulso, después de años de públicas demostraciones de fuerza. Su vigor lo había alzado al promontorio más elevado del mando gatuno, gozaba pues de todos los privilegios, y nadie osaba enfrentarse a él. Los apelativos más cariñosos que se pronunciaban cuando se acercaba, un hecho fácilmente identificable por la estampida generalizada que lo precedía, no son muy agradables al oído, pero eran una muestra sincera de los sentimientos que despertaba en la vecindad.
Angelillo, un nombre que más parecía un galimatías dada su conocida fama de matón, tenía más de diez años, era tuerto y cojeaba un poco. De pequeño había sido el más cariñoso de su camada. Fidéncia, su dueña, al ver su cara demacrada y triste, se preguntaba si no se vería preso de la melancolía por su pasado. Cada vez que cruzaba la calle, justo enfrente de su casa, todo lleno de mataduras ensangrentadas y cojeando, lo llamaba en un desesperado intento por conseguir curarlo y mimarlo. Fidencia sentía debilidad por aquél gato, pero Angelillo era feliz, tenía a todas las gatas prácticamente para él solo y nadie se atrevía a plantarle cara. Casi todos los machos del barrio guardaban de él algún recuerdo a modo de cicatriz. Los vecinos se la tenían jurada, pero nadie le hizo nunca ningún daño. Tarde o temprano, pensaban, surgiría de entre los machos de una nueva generación aquél que le obligaría a claudicar, y era una realidad bien próxima. A Angelillo ya no le quedaban dientes, en las ocasiones en las que le di algo de comer, pude perderme en su rostro desfigurado, sus orejas gachas llenas de cortes, y su nariz partida. Se quedaba fijo mirándome esperando, quizás, una respuesta a su futuro, o eso parecía leer en sus ojos; o tal vez se podía intuir la necesidad imperiosa de un merecido descanso en el hogar que le vio nacer, disfrutando de la íntima quietud de unas caricias sin sobresaltos, sobre el regazo de su dueña sosegándose de la azarosa vida.

CRSignes 280605

Nota: Angelillo siguió recorriendo sus dominios hasta mediados del año 2007 (en 1995 año en el que me mudé a mi casa ya rondaba por ahí), la gangrena que le consumía por fuera, y posiblemente por dentro, no le impedía seguir siendo el rey del barrio, ni preñar todas las gatas. Fue un ejemplo de supervivencia y fortaleza. Un día desapareció, nos quedó el recuerdo de su presencia y un hijo que es su vivo retrato.
Aquí lo tenéis.

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