5
Dic

Visita nocturna

Tía Engracia se había empeñado en querer que la acompañara a un largo viaje, algo que no me hacía ni pizca de gracia. Su casa estaba repleta de santos y reliquias; era un lugar de devoto recogimiento; intuía que la vida, junto a ella, podía llegar a ser una pesada carga.

¡Ave Maria Purísima!
Adelante hijo.

A Soledad, mi tía, la había intentado ingresar en un convento antes de que se enamorada de Justo, el lacayo de mi abuelo, y se casara con él.

Pasa Rafael. Tu tía, está en la capilla... rezando.

Se acercó con mimo para darme un beso. Por suerte, tía Engracia, estaba levantándose ya.

¿No piensas besar a tu tía? ¿A qué se debe tanto honor?
Anoche me pasó algo extraño.
Ofrécele el brazo a esta anciana y sigue contando —me dijo.
Tía, ¿usted cree en el Príncipe de las Tinieblas?
¡Ave María Purísima! ¿A qué viene ese interés? —dijo santiguándose.
Serían las tres de la madrugada y me despertó un fuerte hedor. Al abrir los ojos me encontré, cara a cara, con un extraño individuo.
Y ¿cómo dedujiste que ese elemento era el Maligno?
Después de presentarse comenzó a hablar; me dijo que debía pagar los pecados de su pasado, tía.

Tía Engracia palideció. Si no llega a estar asida a mi brazo, cae en redondo.

Pero ¡no tuvo tiempo de más!
Y ¿cómo es eso?
Porque antes de que pudiera continuar, metí mano bajo la cama, saqué mi trabuco, aquél cuyo estruendo parece el de un mortero, y disparé.
¿Escapó? —dijo mi tía muy asustada.
Que ¿si escapó? Fue tal el susto, que en su estampida, se lo llevó todo por delante.
Gracias hijo mío. No sé cómo te lo voy a pagar.
¿Pagarme? Tía, lo que debe hacer es estar atenta, no sea que ahora vaya directamente a por usted.

Por Soledad supe que mi tía, cayó enferma. Por lo visto, no abandonó el orinal en toda la noche, tal fue la descomposición que por el miedo se le formó en el cuerpo. Aunque lo mejor de todo vino al día siguiente, cuando me anunciaron que había suspendido su viaje.

CRSignes 170406

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