20
Nov

Los mitos

Llevábamos seis de los quince días que duraría el recorrido por el sur de Italia; mi amigo Pepe se mostraba rebelde, pues no era el viaje que hubiera deseado; pese a ello, ahí estaba, y su única dedicación consistía en hacerse el machote, y molestar ahí dónde fuera.

¿Qué pretendes ahora? ¿No tuviste suficiente con lo que pasó ayer con el profe?
A ver si te crees que le voy a hacer caso. Te juro que éste no me fastidia el viaje de fin de curso.

Madrugamos, pues un barco nos trasladaba hasta Sicilia para ver las ruinas de Siracusa. Entre aquellas aguas, ocultas aún, Escila, esa mujer cuyo cuerpo estaba rodeado de perros, y Caribdis, devorador de todo lo que flota, aguardan a los navegantes.

Pepe, ¿qué pretendes?
¿No te parece tonto? Estamos en la cuna de la mafia, yo prefiero acercarme a alguna ciudad. Igual hasta podemos ver a algún “Capo”.
La mayoría quisimos este recorrido para aprender, es una pena que no te unas a nosotros. ¡Eres ridículo!
Mira quien fue a hablar... ¡El hazmerreír de la clase!
¿Sabes qué es lo que más siento? Que no disfrutes. Antes de que hagas alguna estupidez, deja que te cuente un relato.
Por que eres tú, y estoy aburrido, pero no voy a cambiar de idea.

A Pepe se le olvidaron las tonterías de golpe, incluso antes de que todo se calmara, y de que llegáramos a puerto; mientras narraba la historia de las dos bestias que custodiaban el paso de Messina, el tiempo cambió. Con el mar agitado la historia pareció tomar vida. El viento, silbante y aterrador melisma, ayudó a la escenografía. De inmediato nos avisaron de que debíamos abandonar la cubierta, protegernos en el interior de la nave. Sin apartar los ojos de aquel mar extremadamente agitado, y justo antes de que, de un empujón, nos recluyeran adentro, vimos asombrados al engullidor remolino Caribdis, que durante siglos aterró a los navegantes. Faltó bien poco para que su radio de acción nos atrajera.

CRSignes 020905

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