15
Nov

Vilarrubia del Concejo

A Vilarrubia del Concejo nunca llegaba nada: el panadero decía que el camino era tan largo que el pan se le endurecía; el butanero que en aquel zulo, el color naranja, estaba mal visto; el repartidor de la prensa que, cuando llegaba, las noticias ya habían caducado; los vendedores ambulantes que... ¿Vila... qué?; tan sólo el cura, por aquello de no perder feligreses, y en alguna ocasión el médico, tenían a bien acercarse. A Vilarrubia del Concejo no llegaban ni los rumores. A Vilarrubia del Concejo, pequeño pueblo de la sierra rodeado de bosques, situado en el valle más profundo de la región, no le faltaba de nada. Casi treinta vecinos que disfrutaban: del agua abundante proveniente del deshielo; de siembras y de animales con los que alimentarse; de paz y sosiego; de cordialidad y armonía. A los de Vilarrubia del Concejo les sobraba todo.
Cierto día descubrieron que, durante la noche, alguien había instalado en la plaza del pueblo una cabina telefónica. Junto a ella, una furgoneta y unos cuantos trabajadores que, apoyados en los arcos de la iglesia, parecía que aguardaban a alguien.

-¿El alcalde?

Un operario embutido dentro de un mono rojo, extendía un papel con una mano, mientras que con la otra sostenía una pluma.

-Disculpen que insista pero, por favor, ¿el alcalde?

De un salto, Gerardo, aún impresionado se adelantó.

-He de suponer que es usted el responsable de esta Villa. Encantado. Federico Gómez Ruiz, para servirle. Disculpe que no me entretenga más, pero urge que me firme este contrato, mi cuadrilla y yo estamos agotados y aún tenemos que acercarnos a cuatro localidades más antes de terminar el trabajo. Firme aquí.

Miró la cabina y firmó el documento.

-Muchas gracias y que la disfruten.

Subieron a la furgoneta y se marcharon. Gerardo, después de leer el contrato, comenzó a reír.

-Cuando pille al guripa que ha traído la cabina al pueblo, me va a oír.

Vilarrubia del Concejo nunca recibirá la visita del panadero, el butanero se negará a hacer el reparto, los vendedores ambulantes la seguirán ignorando, nunca estarán al corriente de las últimas noticias, pero no les importa. Tienen de todo, incluso cabina telefónica. Aunque, para ser sinceros, nunca la han llegado a estrenar, por que a Vilarrubia del Concejo no le hace falta para nada.

CRSignes 130606

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