9
Nov

El primer amor

Todos los días a la misma hora, nos deteníamos para ver pasar a Laura. Laura tenía un cuerpo escultural o al menos eso habíamos oído decir a nuestros mayores, un rostro de factura perfecta, y sus movimientos hacían del momento en el que tomaba el autobús, un espectáculo que alucinaba a todos.
Precisamente a esa hora en la que nuestros sentidos pedían más, y la merienda no podía faltar entre nuestras manos, alimentábamos también nuestros deseos mimetizando a los adultos. Nos apropiábamos de pensamientos, sin perder ni un ápice de ingenuidad.
Es por ello, que quizás no había maldad en nuestras frases entrecortadas, nuestros piropos, y tal vez también por eso mismo, Laura pasaba confiada mostrándonos lo mejor de si misma, con una amplia sonrisa que llenaba la calle.
Un día Laura pasó más apurada que de costumbre, y aunque no faltó su sonrisa había algo en ella distinto.
Durante varios días fuimos testigos de un deterioro ya no sólo en lo físico, sino en su comportamiento cada vez más apagado y triste.
Luego comenzaron las ausencias, pasaban días sin que la viéramos. La mayoría de mis amigos perdió el interés por ella. Saliendo al paso de sus burlas, les dije que si no querían estar conmigo era por que pertenecíamos a diferente alcurnia, y que se podían ir a la porra si no hacían como yo.
Fiel a su sonrisa, la necesitaba, me había enamorado por vez primera.
Entonces apareció Roberto acompañándola, y con él, el misterio fue desvelado. Mucho mayor que ella, en alguna ocasión había oído en casa que le apodaban “el odre” en alusión a la gran cantidad de alcohol que ingería. Los cuchicheos hablaban de lo inconveniente de su compañía, incluso hicieron referencia a una denuncia en su contra por malos tratos que no siguió adelante.
Ajeno a todo seguía yo con mis nueve años, mi primer amor, y mis sueños.

Un tumulto precedió al sonido estridente de las sirenas de la policía y la ambulancia. Sobre la acera se desparramaba gota a gota la vida de Laura, y junto a ella mi alma perdía su inocencia.
Se rompió la sonrisa.
La infancia se vive intensamente, sin más. Nunca volví a sentirme igual. Mis coloreados recuerdos dieron paso a una deslucida realidad.

CRSignes 050106

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