7
Nov

Un empleo innovador

A la memoria de mi abuelo Francisco, trabajador pionero de la compañía eléctrica española L.U.T.E., y a la de mi padre, que siguió sus pasos.

Y con tu espíritu. —Dijimos a coro.
—Podéis ir en paz.

Permanecimos callados hasta llegar a la calle. El párroco en su homilía había sido duro.

Padre, entonces… ¿la electricidad nos condenará?

No supe que contestarle a mi hijo. No daba crédito a lo que el cura acababa de decir. “¿De dónde sacará la iglesia tantos despropósitos?”

María, ¿no es cierto que lo que ha dicho el párroco no le beneficia en absoluto? Precisamente los pudientes serán los primeros que la instalarán. Seguro que el cepillo se resentirá, si no cambia su discurso.

Una vez en casa, me dispuse a enmendar lo que el párroco había maltrecho en la conciencia de mis hijos. Los reuní a todos frente al hogar.

— ¡Mirad esto!

Con toda la picardía del mundo, y sabiendo lo curiosos que eran, les mostré una pequeña caja de cartón, cuyo contenido extraje con sumo cuidado.

¡Anda! ¿Qué es eso? —dijo mi hijo pequeño.
¿Qué no lo ves bobo? ¡Es una botella! —exclamó el mayor.
No hijos, no es una botella. Lo parece pero no lo es. ¡Es una bombilla! ¿Veis estos pequeños hilos enroscados de metal en su interior? Pues gracias a la electricidad se queman sin consumirse, eso hace que se ilumine. Este objeto acabará sustituyendo a las velas y a las lámparas de aceite y petróleo. Ya os lo explicaré mejor, cuando podamos tener electricidad en casa.



Hacía poco que había regresado de la ciudad. Les expliqué a mis hijos, que una empresa con capital extranjero, una multinacional, estaba formando trabajadores para los nuevos empleos que la energía eléctrica iba a generar. Durante mi formación pude, gracias al sueldo que me proporcionaban, comprarme una bicicleta, pues me dijeron que la necesitaría.

Ya veréis como gracias a la electricidad crecerá el pueblo. Vuestro padre deja de trabajar en el campo para ir de una casa a otra, de una empresa a otra, controlando el gasto que haga cada uno de luz. Pondrá contadores y de esa forma controlarán lo que cada uno gasta.

Aún tardaríamos casi un año en instalarnos la electricidad en casa. Los ingresos iban creciendo. Mi bicicleta pasó a mis hijos, y yo, pude comprarme una motocicleta. La primera del pueblo. Recuerdo que nunca pusimos aquella bombilla, la guardamos en la vitrina junto al ábaco que me regaló mi padre. Quizás el día de mañana tenga algún valor aquella primera bombilla de la marca Edison.

CRSignes 231105

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