26
Oct

La caja china

El rompecabezas se hacía cada vez más complicado. Tenían que casar entre sí todos los elementos. Su éxito pasaba por el funcionamiento perfecto de un aparato con el que sería inmortal. Quería verse reflejado en los grandes ilusionistas, pero a su vez superarlos a todos. No le valían las comparaciones, es más, le molestaban hasta el punto de mostrarse irascible, desagradable incluso. Nadie lo quería en el seno de los círculos mágicos. Necesitaba un éxito. Aquel objeto infernal, como lo llamaba su esposa, acaparaba toda su vida.
Una interminable sucesión de paneles se intercalaban dentro de aquella complicada caja china. Combinando la madera con el cristal y los espejos, la inclusión de los resortes apenas si era visible. Nada hacía sospechar que dentro de ella, el movimiento sincronizado de las diferentes partes, podía simular la desaparición de cualquier objeto que se introdujera dentro de ella.
Los grandes ojos de aquella niña, devolvieron en refracción los últimos rayos de sol del crepúsculo. La descubrió agazapada, inmóvil, aterrorizada por el genio atroz de su padre.
Llamó a su esposa y le dijo que pronto sería testigo de un hecho prodigioso; que saldrían del atolladero que sus fantasías causaban. Era consciente de sus defectos, por eso se exigía más a cada instante.
Vio, como su esposo tomaba de la mano a la emocionada niña, la introducía en el interior de la caja, y la encerraba. Sin ninguna queja, la criatura se dejó hacer. “Déjala marchar, tiene miedo a la oscuridad. ¿Por qué no me metes a mí? ¿Por qué no te metes tu?”
Dio tres vueltas completas alrededor de su invento. Sonó un ruido estridente y molesto antes de acercarse de nuevo a las portezuelas que lo rodeaban y abrirlas para mostrar que no había nada. La niña había desaparecido. Se podía ver incluso lo que sucedía por detrás del artilugio mágico.
Aplaudió rauda, suponía que eso esperaba que hiciera.
“Y aquí está de nuevo”, sonrió confiado mientras dejaba al descubierto la parte interna. Pero su hija no estaba. Aquello parecía una broma, pero no lo era. La angustia se apoderó de él y de una madre que no cesaba de pedir explicaciones, sin comprender nada. Dicen que desmontó el infernal invento pieza por pieza, que empleó en ello todo su tiempo, y que se suicidó al no poder regresar a la niña a los brazos de una madre trastornada por la tristeza.

CRSignes 230508

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