14
Feb

En rojo

La luz difusa de la lámpara, enmascaraba en rojo el ambiente ofreciéndole intimidad. En aquel recogimiento, Roberto aguardaba la llegada de Irene, impaciente. Ultimaba los preparativos del aniversario con la que ansiaba regalarle. Sobre la mesa, la cena fría estaba casi servida. Seguía trinchando la carne jugosa, como a ella le gustaba, no podía reprimir chuparse los dedos a cada movimiento del cuchillo que rasuraba a la perfección aquellos filetes sonrosados, aún calientes. Se le hacía la boca agua.

Escuchó el sonido de las llaves y los pasos de su amada.

-No entres en el cuarto mi vida. -Dijo mientras se sentaba en el sillón. -Ven a mí antes de que me vuelva loco.

Irene se sentó sobre sus rodillas, sus manos jugueteaban sobre el pecho desnudo de su amante, caracoleando entre sus dedos el abundante vello.

-¡Estate quietecita! Sabes que eso me pone a cien.

-¿Me quieres hacer creer que no es lo que buscas?

-Sabes con certeza qué es lo que quiero, pero antes… He pasado el día pensando en ti… Cazando para ti… -Con cada afirmación, Roberto le desabrochaba uno de los botones de la blusa. -… Cocinando para ti. –El pecho de Irene, desafiante, quedó al descubierto mostrando sus pezones rojos y grandes. Roberto se lanzó sobre ellos y Silvia agradeció el gesto gimiendo de placer.

La tomó de la mano para guiar sus pasos, y al pasar junto a la mesa ella exclamó emocionada.

-¡Lo hiciste!

-Te lo prometí para el aniversario. ¿Cómo olvidar el día en el que nos conocimos? Este año ha sido el más importante de mi vida. Ven, te preparé el baño.

No esperó a que ella se quitara la ropa, él mismo la desnudó.

-Disculpa Silvia, debí limpiar, ser más cuidadoso.

-Tranquilo –comentó ya con los pies dentro de la bañera repleta del rojo y espeso contenido, aún tibio.

-No he podido conservar la temperatura adecuada del baño. No supe cómo hacerlo.

-No te preocupes, te perdono, la próxima vez será. Para ello sólo tienes que retrasar la hora de la muerte, dejar que fluya lo más rápidamente posible la sangre de la víctima, no matar antes de hacerlo, parece vil este comportamiento, pero es menos inhumano que arrancarle la vida al tiempo que el corazón. Venga, pásame la esponja, embadúrname de sangre el cuerpo, restriégamela, y vete. Enseguida estaré contigo, para degustar ese banquete sangriento. Nuestra alianza con la muerte.

CRSignes 8 de noviembre de 2007

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