12
Nov

El arcano número 16. La Torre

El paso de las horas dibuja sorpresivas marcas en su devenir. Se da cuenta, pero tarde, que el tiempo no es su aliado. Sometida a una constante renovación, sobre la que no tiene influencia, cada segundo perecedero desmorona de su cumbre, constantemente levantada, los fragmentos, desquebrajados de la experiencia, que la rutina le ha permitido alcanzar. El espejo refleja las verdades ocultas. Inocente encuentro consigo misma.

Mira hacia atrás y se descubre meditando en la contemplación de los acróbatas. Las piruetas con las que se afanaban por esquivar los tropiezos y los saltos mortales, los vislumbra como un juego sin riesgo. Así intuye su vida. Se cree poseedora de la fuerza necesaria y el coraje para conseguir todo lo que desea.

Evita el riesgo intentando huir, salir del atolladero sacando fuerzas del desánimo, pero tropieza constantemente. Los cambios son inevitables. Esquivando el espectro de la catástrofe, se resigna en la baladí imagen de si misma, al fin de todo lo que conoce.

Envuelta en sedas se entregó un día. Acato las normas, creyéndose invulnerable. Los juegos de la infancia y aquellos, más sutiles, que observaba de su entorno, le provocan la furia del instante y el desánimo en cada momento, al no poder salir de allí.

La ranura quebrada de un cielo cubierto vierte, sobre la escena, el rojo de un sol poniente, como la herida abierta que sangra, impregnando de toques bruscos los perfiles oscurecidos de su existencia. No es más que un reflejo de su piel proyectada en un horizonte que llora su destino de mujer maltratada.

Carmen Rosa Signes 110406

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