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Abr

El Crepúsculo

“El Crepúsculo” partió de la tierra apenas doscientos años antes de que el sol se consumiera del todo. Un nombre apropiado para la nave en la que huían sus últimos habitantes.
Una atmósfera artificial especialmente creada, que les ayudaría paulatinamente a aclimatarse a las condiciones atmosféricas de su destino, les proporcionaba todo lo que necesitaban.
Santa, se maravilló con los pequeños detalles que aportaban a la nave la sensación de no haber salido del planeta. Durante la campaña que precedió a su rescate, las noticias que llegaban a la tierra eran confusas. Entre ellas, había una que comparaba aquel tan complejo salvavidas, con un chiringuito de escasos recursos; las que hablaban de problemas por falta de combustible; y las que calificaban el destino, aquella isla de los náufragos como había llegado a bautizarse, como un neblinoso y oscuro pedazo de roca en medio de la galaxia más alejada del universo conocido. No sin fundamento, había surgido en la certeza de que, los mejores planetas, los más similares, los más ricos, los menos conflictivos, estaban reservados para las clases privilegiadas. La superpoblación había obligado a una repartición forzosa, es más, no escapaba a nadie que los poderosos, los depredadores de las finanzas siempre ganan.
Paseaba Santa con su guitarra en la mano despreocupada. Se sentía bien, ya no había vuelta atrás. Sólo quedaba creer que los hologramas, que adornaban las paredes de la nave, realmente pertenecían al lugar que les había correspondido. Lo cierto es que le serenaban aquellas imágenes tanto, que se recreó haciendo sonar su instrumento, formándose a su alrededor un corro de gente. En cierta forma, y aunque la luz que bañaba la atmósfera, no se parecía en nada a la que habían dejado atrás, algunos de aquellos paisajes le recordaban a las vistas, que desde su ventana, desde aquél alejado alfeizar que tantas veces había sido el sustento de sus sueños, veía, y eso le inspiraba.
Aquella guitarra siempre había sido la prolongación de sus recuerdos, pero ahora la sentía distinta. Componía una bella melodía en la que poder insertar el poema de sus anhelos y el de los sueños de todos los tripulantes “Del Crepúsculo”.

Carmen Rosa Signes 24 de agosto de 2005

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