14
Feb

Las esquinas

De tanto mirar al norte, buscándola, el musgo ha crecido ya en mi costado.
C. Sigur (Poemario imposible)

Siempre sucede al girar las esquinas. Pensaréis que mi estado mental a dejado la lucidez y se encuentra ofuscado por la demencia. Posiblemente nunca os ha sucedido. De ser así, vale doble mi advertencia. Pero ¿estáis seguros?
Había puesto todo mi empeño en ello. Mi vida solitaria, próxima a la extenuación en la búsqueda de alguien con quién compartirla, había llegado a rechazar que, el destino, me tuviera reservado a alguien.
Pero, como siempre, la existencia quiere que las cosas no se eternicen y uno pueda tener de todo, encontré el amor una mañana.
Teníamos un futuro prometedor. Pero tal como vino, se esfumó.
Cuando se pasea por la calle hay un momento, precisamente aquel en el que las doblamos, que nos cruzamos con un ángulo muerto. No es fácil percatarse de su existencia, es más, generalmente actúan tan discretamente que es imposible. No son muertos por ocultar terribles circunstancias, lo son por que contienen muerte. Por su nombre se podría extrapolar que nada bueno esconden. Si una circunstancia nefasta os acosa, puede ser absorbida de inmediato. Diréis… y eso ¿qué tiene de maligno? El problema es que no hace distinción y, en un segundo, podéis ver desaparecer aquello por lo que habéis luchado toda la vida.
De la misma forma que las olas del océano desvanecen nuestros pasos, sobre la arena, estos ángulos muertos borran acontecimientos.
En el devenir de la vida, estamos expuestos a tropiezos casuales que, por su relevancia, marcan nuestro camino, pero éstos puede cambiar en un segundo.
He intentando averiguar qué los activa y, creo, aún a riesgo de equivocarme, que es el pensamiento.
En ella pensaba, en nuestros proyectos, mientras iba al lugar de nuestra cita, cuando, después de virar una calle, no volví a hallar rastro de mi amada, ni de nuestra relación. Como si nunca hubiera existido.
¡No estoy loco! No fue mi imaginación. ¡Ella existe!
¡Escuchadme! Tened cuidado con lo que penséis al doblar las esquinas, no sea, que desaparezca por siempre.

Carmen Rosa Signes 22 de septiembre 2006

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