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Feb

La Sirena y el Pescador

La sirena se oculta tras la alta y encrespada ola, obra de un mar inusualmente revuelto para esta época del año.
Huye de la mirada engañosa y triste del joven pescador que permanece desolado en la orilla, a la espera del barco que partió, sin él a bordo, en la madrugada.
Absorto en sus pensamientos, fruto del temor al enojo que el patrón y los compañeros traerán a su regreso, después de un arduo día de faena, no puede descubrirla entre el oleaje.
Como única excusa para calmarse, sólo dispone de los temores ocultos que le hicieron recelar, la noche precedente, de la luna surgida del horizonte con color de muerte. Así se lo había oído decir a un pescador, al que ya nadie escuchaba por viejo, borracho y loco, pero al que él atendía con miedo, respeto y amor.
- Abuelo - le dijo, - ¿es cierto que hubo una vez un barco que después de salir así la luna nunca más regresó?
El abuelo le mira con sus viejos y enrojecidos ojos, y sin reconocerlo apenas, le cuenta entre sollozos lo que desde joven le viene atormentando.
Perdió a su padre, a su hermano, a sus amigos… y no pudo soportarlo.
No, él no había muerto.
Llegó tarde a la partida por culpa de un amor furtivo, que después le abandonó en el mismo instante que salía el barco, justo en el momento en que la luna asomaba por el horizonte, bañada en aquella extraña tonalidad, demasiado turbia, apagada y triste, como si el velo de la muerte nublara su luz y color.
- Esta noche, hijo mío, la luna también se puede ver con aquella extraña apariencia. No malgastes el tiempo en la espera de ese barco que no volverá. Triste destino el de aquellos que no regresaron, ni entonces ni ahora. Pero más triste el de los que, como tú y como yo, se quedaron con el remordimiento de no haber partido hacia su destino en el mar.
La sirena mira, entre las altas olas, pensando que por segunda vez no a conseguido un amor atrapar.
Sola se queda y regresa a su fondo donde le esperan el botín del naufragio y unos cuerpos sumergidos, que deberá sacar a la superficie para que sus almas descansen en paz.

Benicassim a 10 de abril de 2002

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