25
Ene

En la corte de Ptolomeo IV

Un sonido recorría el pasillo. Desde todos los lugares de palacio era audible.
Provenía del instrumento que el faraón portaba colgado de su cuello, como único atuendo visible. Lo producía su miembro viril al golpear de forma rítmica y persistente sobre el cuero tenso.
Pero nadie, salvo los esclavos, podía escucharlo. Los efectos del alcohol y el cansancio por la inacabable orgía lo impedían.
Siguió con su música, aguardando quizás que alguien atendiera a su llamado y le complaciera en sus más bajos instintos, siempre deseados y constantemente insatisfechos.

Carmen Rosa Signes Urrea 2003

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