18
Nov

El plectro

El sonido de tu salterio llega hasta mí como el aroma de los almendros, ya en flor.
-¡Ariadna! No pares nunca de tocar. Tus artes deben forman parte de una estrategia para atrapar las almas de nosotros, ¡pobres mortales! Que caemos rendidos al embrujo de tus sones.
Voy a contarte una historia. Cuando las edades no importaban, en una isla dedicada al amor y el arte, más allá del mar, una mujer, Safo, lloraba al ver cómo a su amante le sangraban los dedos por obsequiarle con el placer de la música. -Mira tus dedos amor mío –le dijo. ¡Traidor egoísmo! No deseo dejar de escuchar tu cítara mientras, rendida a tus pies, te contemplo. Pero la sangre que, en un descuido tuyo, hasta mi llega abrasa mis sentidos. Safo agotó la noche ideando la forma de evitar su sufrimiento. Hasta que, con sus propias manos, le dio forma al remedio. -Traigo esta ofrenda al altar de poética ensoñación. A este jardín en donde nunca se debió derramar ni una gota de tu sangre. La concha nacarada de un molusco, nos ha cedido su belleza para poder conservar la tuya intacta. A tus manos retornará la perfección y la armonía. El agua del mar que te sanaba, nos ha obsequiado el remedio. ¡Tómalo! Y regala a los dioses una dulce melodía mientras, desde tus pies, sigo adorando la magnificencia que nos rodea y a la que perteneces.
Dedicaré mi existencia a adorarte, Ariadna.
Proeza entregada de la que solamente tú serás testigo. No le haré ascos a nada. Desde que te conocí no he hallado lo que pueda causarme rechazo. Tu música ha conseguido abrir en mí los sentidos.
Intentaré como Safo obsequiarte. Voy a confeccionar una funda de visón para proteger tu instrumento de los rigores del invierno. Así, sus notas saldrán igual de cálidas todo el año.
Tatuaré sobre mi piel la melodía que suena para impregnarme del encantamiento. Y este trabalenguas que soy incapaz de interpretar yo mismo, vivirá y morirá conmigo.
Ni el canto de los cucos, ni el de los ruiseñores podrán igualarlo.
Cuando con la mirada aviesa*, perdida por el poder de tu música, sueño con permanecer eternamente a tu lado, imagino que el plectro hará sonar las notas de mi piel con tus caricias.
Redivivo en ti cada vez con más fuerza. Y te entrego mi vida al igual que tú me entregas la música.

Carmen Rosa Signes, 25 de enero de 2006

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