SEIS OSITOS DE PELUCHE
Octubre 30th, 2008
SEIS OSITOS DE PELUCHE
Published on Octubre 30th, 2008 @ 18:47:39 , using 395 palabras,
Beatrice había recibido un oso de peluche. Al abrir la puerta de su casa se hallaba allí, sonriendo con la ingenuidad de su mueca artificial. No tenía nada de especial, pero ignoraba quién podía ser la persona que le había hecho tal regalo. Tras preguntar y no recibir más que una negativa tras otra, decidió olvidarlo en una estantería. No volvió a recordar el asunto hasta que dos semanas más tarde, volvió a encontrar el segundo obsequio, similar al anterior pero un poco más pequeño. Lo observó con una mezcla de delicia y curiosidad, al parecer había logrado algún admirador secreto. Miró al osito inspeccionando cada detalle que pudiera darle una pista del emisor, pero no tenía nada de especial, tan sólo un nudo que apretaba su cuello, como ahogándolo.
Así fue acumulando osos, con mayor asiduidad, cada vez eran más pequeños y el lazo crecía, ciñéndose fuertemente, asfixiándolos. Para entonces estaba asustada y segura de que no se trataba de nadie conocido, incluso pensó en denunciarlo, pero creía que lo tomarían como una paranoia, nada serio y seguramente se reirían de ella en su cara. Hasta que un día, sin poderlo evitar más, los rompió uno a uno. Cuál fue su sorpresa al descubrir, entre el relleno propio un invento pagano de magia negra: una muñeca vudú que la representaba. Unida a ella su foto y un mechón de pelo. Le produjo histeria encontrarlas, y las quemó con urgencia. Observó sus cuerpecillos lentecer hasta que la llama acabó, sintiéndose segura de terminar con la amenaza. Al principio sólo sintió una llamarada cálida en su interior que tradujo como acidez de estómago o nervios por lo que acababa de ocurrir.
Minutos más tarde, se abrasaba viva como si dentro de un crisol se encontrara, gritaba agónicamente rogando que alguien la ayudara, necia de ella al emprenderla con el maligno elemento sin haber anulado sus poderes. El dolor que sentía era intenso, penetrante, su cuerpo se incineraba desde el interior, envolviéndola en una lengua de fuego a la que solo ella afectaba.
Días más tarde tan sólo encontraron de ella unas cuantas cenizas esparcidas por el catre.
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