El Niño y El Viento

La noche había caído pesada y abrumadora. La luna miraba con tedio y resignación que una tormenta se avecinaba. En una tibia habitación, Lalito permanecía en silencio, inmóvil, pendiente de cualquier ruido, sabía que empezaría pronto, lo vio venir antes de acostarse. EL tiempo pasaba lento, Lalito seguía esperando. Y sucedió. Un siseo se deslizó por entre los cristales haciéndolos vibrar. Lalito se estremecía bajo las cobijas, temblaba como una hoja. un temor le carcomía por dentro, no podía evitarlo. Siempre que había noches de viento, Lalito se aterraba con la idea de que un fuerte ventarrón lo hiciera volar perdiéndose para siempre en algún sórdido lugar. Esa noche, una vigorosa ventisca revolvía desde los grandes eucaliptos hasta los cardamomos, y llegó lo más temido por Lalito, el viento entró por su ventana abriéndola de par en par. Lalito gritó espantado que por impulso fue a dar bajo la cama. Desde ahí observó un remolino que daba vueltas y vueltas hasta que se detuvo. Ahí, frente a sus ojos, una figura había emergido del torbellino. Un hombre viejo vestido con una larga túnica color turquesa estaba parado en medio de su habitación. Un sombrero negro cubría una larga cabellera blanca que se perdía en su espalda. Detrás de su gran barba se podía apreciar un rostro poco amistoso.


-Sal de ahí- dijo el personaje con potente voz. -Soy El Señor Viento, he venido para que me conozcas, para que dejes de temerme.

Lalito no podía creer lo que pasaba. Decidió entonces salir de su escondite y enfrentar a su mayor temor. No si antes colocarse un equipo de bombero y atarse con cordel a la cama, como medida de precaución. Semejante acción provocó la risa del Señor Viento.

-Estoy listo Señor Viento, quiero conocerlo.- Y diciendo esto el niño, El señor Viento sopló fuerte una y otra vez, hasta que Lalito se elevó del suelo. Éste asustado se subió a la cama, la cual flotó en el aire también saliendo con todo y niño por la ventana.

Volaron sobre valles aspirando el verde aroma. Sobrevolaron los océanos aspirando la sal y el coral salpicando sus caras con el azul del mar. Vieron blancas montañas y grandes desiertos. Y Lalito supo al fin todo lo bueno que hace el viento y pudo disfrutarlo. Esa noche al volver a su habitación sonrió feliz, nunca mas temería al Señor Viento, su nuevo amigo.

El Secreto de Pablo

Pablo es un chiquillo flaco y desgreñado que vive en una ciudad donde hay muchas casas y altos edificios de cientos de pisos que parecen tocar el cielo. Pablo vive en el último piso de uno de esos edificios. Es feliz en ese lugar porque está alejado de la gente. No le gustan las personas, siente que sus miradas lo ofenden. El apartamento donde vive con sus padres es su refugio. Cree que estando tan alto y lejos de los demás, es más sencillo olvidarse de que es paralítico. Un maestro llega a diario para impartirle las clases que van acorde a su grado escolar. Pablo pasa lo siete años, años que llenos de amargura y soledad, los ha vivido aislado del mundo de allá abajo por temor al rechazo y la incomprensión. Con sus padres casi ausentes, pasa la mayor parte del tiempo con Mamita, su sirvienta y nana; temprano con su tutor, el resto del día entre sus fantasías y nostalgias. Le gusta dibujar, pero en ocasiones no le gusta el resultado, y arruga con furia sus bosquejos al mismo tiempo que se le arrugan los sueños en el corazón.

Cada día, al sonar las once en el reloj del salón, sale en su silla de ruedas hasta el balcón. Desde ahí contempla su entorno. Su mirada choca contra las ventanas de otros grandes edificios que rodean la zona, pero se entretiene esquivando esas moles de cemento en busca de algo, o alguien.

Una de esas mañanas, Pablo encontró una paloma herida en la terraza, tenía un ala rota. Con suavidad la tomó entre sus manos, la llevó dentro y la curó. Al pasar los días, la paloma se recuperó por completo y un buen día voló lejos de Pablo. Éste se sintió tan triste y desolado que no quiso salir de nuevo al balcón, no valía la pena el mundo allá afuera.


Pero una noche, un ruidito en la ventana le despertó. Al asomarse, vio que se trataba de la paloma. Abrió la ventana y ésta entró jubilosa a revolotear alrededor del niño que extasiado reía con su cordial visitante. Desde entonces, se han vuelto inseparables y ahora tienen un secreto. Todas las noches, Pablo monta en su amiga paloma y juntos surcan los cielos nocturnos de la gran urbe. Es un privilegio poder volar junto a su compañera, poder volar tan cerca de las estrellas.

Run Run

por Armando

LAS TORTUGAS RUSAS

Desde hace un par de semanas, hay unos personajes nuevos en casa. Se trata de tres tortugas que han llegado para quedarse. Han acaparado la atención de los vecinos con su singular forma de divertirse.

Resulta ser que estas tortugas son Rusas, y claro, declaradas admiradoras número uno de la gimnasia. ¡Sí! Como se los cuento, son tortugas rusas, gimnastas, y viven en mi jardín.

Es una familia integrada por Don Ugo, el padre, un tortugo de 90 años de edad con un gran caparazón verde-amarillo; Doña Uga la madre, aunque prefiere que se le diga Uga a secas, que porque el “doña” la hace sentirse vieja, y solo tiene 78 años. Por cierto, tiene la piel bastante lisa para ser reptil. Bueno, me confesó que es gracias a una antigua receta de su abuela, pero no le pude sacar la fórmula. Y por último, Uguin, un pequeño tortuguito muy simpático que está por celebrar su aniversario número 30.

Hacen muchas acrobacias y piruetas, son muy ágiles, pero, así como son admirados y aplaudidos por algunos, hay otros que nos les parece su forma de vivir.

Aunque se trata de solo un individuo el que se molesta con el espectáculo de los gimnastas, ha logrado sembrar una bruma de intrigas contra ellos.

Este ser es un sapo gordinflón que vive también en mi jardín, junto a la roca que reposa sobre el gran eucalipto. Su nombre es Tomás. Vive en otra dimensión, siempre refunfuñando por todo y con desencanto de la vida.

Las tortugas no le han prestado mucha atención a sus comentarios, son un poco puritanas, y no logran concatenar sus alegatos.


Así que cada tarde, este trío nos sigue deleitando con su arte gimnástica. Siempre acude a la función Don Chucho el caracol, aunque llega un poco tarde, es algo lento. Y algunos otros que vienen de otros jardines.
Apenas ayer, Tomás el sapo, se pegó tremenda torta al caerse de una rama. Se había escondido ahí para disfrutar a escondidas de la exhibición. Cayó justo en medio de todos haciendo rodar a las tortugas. Todos rieron, pero el sapo Tomás, muy dignamente se levantó, se sacudió y se retiro a su hogar rezongando.

Las tortugas se levantaron y todos aplaudimos la gran representación.
Tengo suerte de tener un jardín así, veremos mañana que mas ocurre.

RONALD

Tiene la cara blanca
la nariz muy roja
y zapatos grandes de goma
es solo un payaso
no tengas miedo pequeño

hace reír con sus gracias
lanza coloridas pelotas al aire
baila dando saltitos y goza
es solo un payaso
no tengas miedo pequeño

ama a los niños como tú
vive para hacerlos felices
regala globos multicolor
juega a la ronda y toca un tambor

su nombre es Ronald
quiere ser tu amigo
es solo un payaso
gózalo, ámalo
no tengas miedo pequeño
y sé feliz como yo.