Pablo es un chiquillo flaco y desgreñado que vive en una ciudad donde hay muchas casas y altos edificios de cientos de pisos que parecen tocar el cielo. Pablo vive en el último piso de uno de esos edificios. Es feliz en ese lugar porque está alejado de la gente. No le gustan las personas, siente que sus miradas lo ofenden. El apartamento donde vive con sus padres es su refugio. Cree que estando tan alto y lejos de los demás, es más sencillo olvidarse de que es paralítico. Un maestro llega a diario para impartirle las clases que van acorde a su grado escolar. Pablo pasa lo siete años, años que llenos de amargura y soledad, los ha vivido aislado del mundo de allá abajo por temor al rechazo y la incomprensión. Con sus padres casi ausentes, pasa la mayor parte del tiempo con Mamita, su sirvienta y nana; temprano con su tutor, el resto del día entre sus fantasías y nostalgias. Le gusta dibujar, pero en ocasiones no le gusta el resultado, y arruga con furia sus bosquejos al mismo tiempo que se le arrugan los sueños en el corazón.
Cada día, al sonar las once en el reloj del salón, sale en su silla de ruedas hasta el balcón. Desde ahí contempla su entorno. Su mirada choca contra las ventanas de otros grandes edificios que rodean la zona, pero se entretiene esquivando esas moles de cemento en busca de algo, o alguien.
Una de esas mañanas, Pablo encontró una paloma herida en la terraza, tenía un ala rota. Con suavidad la tomó entre sus manos, la llevó dentro y la curó. Al pasar los días, la paloma se recuperó por completo y un buen día voló lejos de Pablo. Éste se sintió tan triste y desolado que no quiso salir de nuevo al balcón, no valía la pena el mundo allá afuera.
Pero una noche, un ruidito en la ventana le despertó. Al asomarse, vio que se trataba de la paloma. Abrió la ventana y ésta entró jubilosa a revolotear alrededor del niño que extasiado reía con su cordial visitante. Desde entonces, se han vuelto inseparables y ahora tienen un secreto. Todas las noches, Pablo monta en su amiga paloma y juntos surcan los cielos nocturnos de la gran urbe. Es un privilegio poder volar junto a su compañera, poder volar tan cerca de las estrellas.