Tu camita se quedó sola,
la almohada reclama y se queja
buscando tus mejillas de sol
Pero no te siente, solloza y llora
Tus cochecitos no ronronean
Callaron los motores invisibles
Porque ya no hay nadie
Con quien jugar carreras, ya no roncan
El oso de peluche mira el vacío
Sus ojos negros no brillan
Tu abrazo está lejos, no existe
Y tan solo lo abraza el hastío
Y en medio de tu habitación
Espero ansiosa tu regreso
Añorando entre lagrimas
Tu sonrisa alegre
Tus ojos bellos como estrellas
Tus manitas suaves como nubes
Y tus palabras que como gotitas
Inundan mi corazón:
Mami te quiero
Cuando tu no estas
Siento que no tengo un cielo
Cuando no estas
Chiquitín
Cinco amigos se creían olvidados por el tiempo, pero un día, los descubrieron y pasaron de ser cacharros empolvados, a las más vistosas, deslumbrantes y coloridas aeronaves que jamás hayan volado.
Cinco hermanos, heredaron de su abuelo un almacén donde éste guardaba desde hacía años, cinco modelos de aeroplanos. Los jóvenes quedaron encantados con el hallazgo y se dieron a la tarea de remodelarlos.
Una mañana, el sol se despertó con el rugir de los motores de las avionetas. Una a una, surcaban el cielo rasgando las nubes con sus grandes alas. Rojo, batía sus alerones brillantes, seguido por Azul dando volteretas y mostrando orgulloso sus dos franjas color blanco. Amarillo, volaba junto a Cometa, ligeros se dejaban acurrucar entre el viento. Por último, se elevaba Chiquitín, el avión mas pequeño de los cinco. A este le costaba mas trabajo mantenerse en el aire, así que su piloto, solo lo subía por unos minutos y después lo aterrizaba con cuidado.
Chiquitín, sentía tristeza porque sus amigos eran grandes y poderosos, mientras que el a pesar de haber sido reparado, todavía tenía secuelas de aquella terrible guerra donde apenas se salvó. Para colmo, era objeto de las burlas de Rojo que se sabía el mejor de todos.
Después que fueron regresados a su andén, Rojo no paraba de hablar de lo maravilloso que era volar mas allá de las nubes, algo que solo el podía hacer y miraba con lástima al pequeño avioncito que en un rincón se despachurraba con su pena.
La noche llegó silenciosa, todos dormían placidamente. Todos menos uno. Chiquitín salió sin hacer ruido. Se acurrucó entre la hierba y miró al cielo. Sumido en su tristeza, miró de pronto cientos de destellos que se aproximaban. Eran perseidas casi transparentes que revoloteaban a su alrededor. Con sus ojos suplicantes, pidió un deseo.
Al siguiente día, Chiquitín recordaba su deseo; pensó que había sido un sueño. Pero aún así, sentía unas inmensas ganas de salir y volar.
No esperó a su piloto, abrió el portón y corrió hasta elevarse. Poco a poco empezó a deslizarse por el azulado infinito. Fue inevitable sonreír y suspirar al sentir el aire acariciando su fuselaje. Chiquitín nunca se sintió más feliz. Ese día se convenció de que los sueños no son efímeros, que siempre se pueden hacer realidad si se desean con todo el corazón.
El sol y yo
por Armando
Saltín Saltón
Es pequeño y color verde
Tiene ojos grandes y alegres
Su nariz chica y su boca es roja
Tiene patas flacuchas pero saltonas
Por eso
Salta de aquí para allá
De allá para acá
Es Saltín Saltón
Que nunca se cansa de brincar
Vive en un charco de agua azul
Con largos juncos alrededor
Se mecen con el viento
Y cantan siempre una canción
Que dice:
Salta de aquí para allá
De allá para acá
Es Saltín Saltón
Que nunca se cansa de brincar
Le gusta el sol de la mañana
Porque hace todo brillar
Y cada vez que lava su cara
Le dan ganas de bailar
Y entonces
Salta de aquí para allá
De allá para acá
Es Saltín Saltón
Que nunca se cansa de brincar
Y un día brincó tan alto
Que hasta la luna fue a dar
Y desde entonces es que sucede
Que el astro no para de botar
Es por Saltín Saltón que
Salta de aquí para allá
De allá para acá
Y nunca se cansa de brincar
Misterios De Un Cofre
Cerca de Isla del Tiburón, en la bahía del mar de Cortés, cuentan que hay un tesoro escondido entre un arrecife que se formó en los restos de un antiguo galeón español.
La avaricia de cientos de aventureros y cazadores de fortunas, los ha llevado a explorar las profundidades de este noble mar en busca del mentado botín sin conseguir encontrarlo.
Una tarde, Daniel caminaba canturreando madrigales mientras guardaba soles en sus bolsillos vacíos y rotos. Daniel se sentía más solo que nunca en este inmenso mundo que no podía entender. Sin saber como, había llegado hasta la bahía de Cortés, y ahí, frente al mar, decidió poner fin a su miserable existencia.
Se sentó en la arena tibia para ver morir los últimos rayos de luz en el horizonte. Sintió el pecho hinchado de dolor, y quiso llorar. Lloró.
Una sombra lo cubrió completo. Lentamente se acercó hasta su cara y le habló: - tú buscas algo, yo sé donde lo puedes encontrar. Sígueme.- Como autómata se levantó y siguió a la sombra que se sumergía en el agua salada. Al poco rato, Daniel desapareció entre el oleaje y la espuma.
Nadie lo vio hundirse, nadie lo esperaba ver salir. Daniel seguía nadando si darse cuenta que una burbuja transparente cubría su rostro y le permitía respirar. No supo cuanto nadó sin descanso, la sombra aun iba frente a él, deslizándose sigilosa en el agua. Paró frente a las ruinas de un viejo barco. –Ahí encontraras lo que buscas. – Dijo la sombra. Desapareció entre finos granos de sal.
Daniel temeroso de lo que podría encontrar dentro de la embarcación, dudó un instante. Recuperó el aliento y se introdujo entre tablones, peces de colores y gigantescas algas marinas.
Ahí dentro, en el fondo de una galería, encontró un cofre azul. De inmediato pensó en un gran baúl lleno de monedas de oro y joyas preciosas. Se apresuró a abrir el cofre. Al destapar la tapa, una intensa luz le pegó en la cara. De a poco pudo mirar el interior del cofre. Un carcaj arrugado dentro. Dentro del carcaj, un ruiseñor cantaba, mientras que el tiempo volátil danzaba a su alrededor.
Sonrió. Estalló en carcajadas. Y volvió a llorar. Despertó en la orilla del mar. Caminó llevando con él, un cofre lleno de ilusiones, sueños y fe. La vida es para vivirla con felicidad, decidió.