Tomando un descanso

GROAAARRRRR

Tigre
por Armando

ENMASCARADO GATUNO


Este es el cuento de un gato. No es un gato común, es un gato especial. Y lo es porque este gato está convencido que no es sólo un felino, sino que es un mapache. Cada noche, sale de su guarida ubicada tras los botes de basura del patio trasero de la iglesia y se dispone a correr una nueva aventura. Se pone un antifaz color negro, se lame los bigotes, se alisa la cola y salta por los tejados en busca de su pandilla que se esconde entre los arbustos del bosque.

Es una banda de marrulleros ladronzuelos que se dedican al pillaje de la pequeña e indefensa aldea. Los lugareños están cansados de tanto abuso por parte de esos escurridizos camaradas peludos, y han puesto trampas por doquier para evitar el ultraje al que son sometidos. Pero esto no basta para detener a los pillos. Son ágiles y pendencieros. Siempre hurgando y robando la comida ajena. Es más fácil adquirirla con ciertas mañas, que trabajar por ella, comentan entre sí.


Una noche el gato enmascarado decidió pasear libre de sus compinches. La luna redonda y brillante le provocaba cierta nostalgia. No sabía que le pasaba. Por primera vez, en su soledad, escuchó el maullido de otros como él; de su misma especie. Un calambre le recorrió las entrañas. Se confundía con las ganas que sentía de desahogarse con esos mismos ruidos, influenciado por esa luna llena. Con denuedos, caminó de regreso a su guardia. Era mejor esconderse.


Por un oscuro sendero escuchó de nuevo un maullar. Esta vez no era el canto lunar, era mas bien un lamento. Busco entre el ramaje y encontró enroscado y tembloroso, un felino como él. Se acercó y vio que se trataba de una hembra. De pelaje negro y lustroso y ojos verdes translúcidos. Estaba gravemente herida. La cogió del cuello y la arrastró hasta su refugio. Ahí lamió con esmero sus llagas. Le ofreció un trozo de remolacha, y sin entender el porqué, maulló como nunca a la noche.


Al siguiente día, retozaba entre claveles con su compañera de bigotes dorados. Su vida de fierezas y delincuencia quedaba olvidada en los recuerdos. Se quitó el antifaz, enlazó su cola con la de su amada y comenzó a vivir como gato. Ahora está convencido que nació gato y morirá gato, pero en su corazón siempre será mapache.

El ASTRONAUTA


-Este es un extraño planeta. ¿Dónde estará mi nave espacial? Soy un astronauta. Visto el traje de astronauta, entonces lo soy, pero, ¿dónde estará el cohete que me trajo hasta aquí?- Esto se preguntaba el astronauta. Y si que lo era.

Había despertado de un largo sueño. Se sentía desvelado. Abrió los ojos y se vio parado en medio de un lugar desconocido, ambiguo. No había vegetación ni agua. Solo grandes estructuras. Hierros y metales pesados. Algunos parecían oxidados. Eso lo hacía deducir, que si había oxido en ese lugar, también debía haber oxígeno.

Pero dudaba. Decidió que lo mejor era explorar el área y después vería si era prudente quitarse el casco de vidrio. Este le pesaba demasiado al igual que el abultado traje blanco. No contaba con una brújula para localizar el norte, así que lo dejó al azar. No se alcanzaba a distinguir algún rastro de firmamento. No veía el espacio abierto tan repetido en libros. Era solo una especie de cielo caliginoso, sin luz.

El camino era difícil. Muchos obstáculos extraños. Algunos tan altos como bardas que tenía que desviarse y buscar como seguir adelante, o atrás. No se sabía para donde iba. Al pasar por en medio de unos gigantescos armazones, alcanzó a mirar a lo lejos un brillo.

Se dirigió hacia allá. Entre más se acercaba, se convencía que era luz. Llegó a una esquina. Un ángulo que presentaba un orificio por donde entraba la luz. Se acercó tanto que aun a través del cristal de su casco, percibió una fragante aroma a hierbas. –¡Plantas!- Gritó emocionado.

Buscó como salir, pero fue imposible. Siguió explorando. Así pasaron varios días. Sabía que cambiaba el tiempo, porque la luz del orificio, se apagaba de pronto, y así mismo se encendía. Él hizo su propio tiempo tomando como referencia ese punto luminoso. Había ocasiones en que se sentía tan cansado, que solo se quedaba tendido en algún terreno estable y observaba. Le parecía que algunas de esas cosas que miraba, eran herramientas gigantes, cables trenzados, tuercas y tornillos.

Ahí se quedó a vivir para siempre. El astronauta es un pequeño muñequito que mi Abuelo guardaba celoso en su baúl de herramientas. Hasta hoy, el astronauta sigue ahí, arrumbado entre recuerdos oxidados. Tal vez el astronauta era el guardián de su baúl…tal vez.

DICEN

Dicen que las leyendas son solo sucesos imaginarios, fantasiosos. Bueno, eso leí en el diccionario. Pero yo creo que no es así.
Dicen que hay una historia sobre unos cangrejos gigantes que viven bajo las camas, y que se encargan de sujetar con sus poderosas pinzas a las pesadillas. Así, no llegan hasta la persona que está durmiendo y no pasa mala noche.
¡Ah! y es que dicen que las pesadillas salen del suelo. Brotan desde las entrañas de la tierra. Vienen de allá, de donde vive el malo. Salen en forma de hilos plateados en retahíla y se meten por la fosa nasal de los durmientes. Pero el malo no se encarga nada más de los malos sueños. No, que va.
Dicen que el malo siempre esconde entre las sombras de la noche, miles de ojos rojizos que espían y asechan. Permanecen sigilosos. Callados. Si te levantas a media noche por un vaso con agua, o al baño, estos ojos se deslizan por las paredes y te siguen. De ahí viene la sensación esa de que alguien te observa.
También dicen, que en un rincón de los armarios, hace mucho tiempo atrás, dejaron sitiado a un espectro. Desde entonces, en venganza por su encierro, éste estira su mano hasta el borde de la cama. Es la famosa mano velluda que agarra los pies por las noches. Es una mano larga, con una cubierta llena de pelos, como embadurnados de chocolate espeso. Es por ello que cuando nos sentamos en la de la cama, y nuestros pies apenas y tocan el piso, por un instinto desconocido, los subimos de pronto, como para evitar que alguien o algo los toque.
Siempre dicen que hay ese tipo de leyendas. Unos creen en ellas. Otros no. Yo en realidad no se; pero no dejo de experimentar cierto cosquilleo pizpireto cada vez que apago la luz por las noches en mi habitación. Aun no entiendo porque de un salto voy a dar justo al medio de la cama.
Tal vez sea por lo que...dicen...