El ASTRONAUTA


-Este es un extraño planeta. ¿Dónde estará mi nave espacial? Soy un astronauta. Visto el traje de astronauta, entonces lo soy, pero, ¿dónde estará el cohete que me trajo hasta aquí?- Esto se preguntaba el astronauta. Y si que lo era.

Había despertado de un largo sueño. Se sentía desvelado. Abrió los ojos y se vio parado en medio de un lugar desconocido, ambiguo. No había vegetación ni agua. Solo grandes estructuras. Hierros y metales pesados. Algunos parecían oxidados. Eso lo hacía deducir, que si había oxido en ese lugar, también debía haber oxígeno.

Pero dudaba. Decidió que lo mejor era explorar el área y después vería si era prudente quitarse el casco de vidrio. Este le pesaba demasiado al igual que el abultado traje blanco. No contaba con una brújula para localizar el norte, así que lo dejó al azar. No se alcanzaba a distinguir algún rastro de firmamento. No veía el espacio abierto tan repetido en libros. Era solo una especie de cielo caliginoso, sin luz.

El camino era difícil. Muchos obstáculos extraños. Algunos tan altos como bardas que tenía que desviarse y buscar como seguir adelante, o atrás. No se sabía para donde iba. Al pasar por en medio de unos gigantescos armazones, alcanzó a mirar a lo lejos un brillo.

Se dirigió hacia allá. Entre más se acercaba, se convencía que era luz. Llegó a una esquina. Un ángulo que presentaba un orificio por donde entraba la luz. Se acercó tanto que aun a través del cristal de su casco, percibió una fragante aroma a hierbas. –¡Plantas!- Gritó emocionado.

Buscó como salir, pero fue imposible. Siguió explorando. Así pasaron varios días. Sabía que cambiaba el tiempo, porque la luz del orificio, se apagaba de pronto, y así mismo se encendía. Él hizo su propio tiempo tomando como referencia ese punto luminoso. Había ocasiones en que se sentía tan cansado, que solo se quedaba tendido en algún terreno estable y observaba. Le parecía que algunas de esas cosas que miraba, eran herramientas gigantes, cables trenzados, tuercas y tornillos.

Ahí se quedó a vivir para siempre. El astronauta es un pequeño muñequito que mi Abuelo guardaba celoso en su baúl de herramientas. Hasta hoy, el astronauta sigue ahí, arrumbado entre recuerdos oxidados. Tal vez el astronauta era el guardián de su baúl…tal vez.

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