En busca de Coral Cristal

Parte II
El Curandero

Tía kika advirtió a Lola que no se separara de ella. Al entrar a la grieta, se vieron rodeadas de una inmensa oscuridad.
La hendidura tendía a ser tan estrecha, que a duras penas el par de ballenas nadaban a través de ella.

Después de varios minutos, salieron a un espacio enorme. Una bóveda gigantesca formada por una pared de cristales diminutos. Entre estos cristales, crecían una infinita variedad de especies dando lugar a la creación del coral más hermoso que hayan visto jamás.

Cientos de algas de diferentes tamaños y colores formaban una espesa cortina imposible de traspasar, pero Tía Kika estaba decidida a encontrar al curandero. Empezó a rondar entre las plantas marinas buscando un camino que las llevara hasta su objetivo, cuando un par de pececillos orientales salieron a su paso.

Lola se escondió tras su tía, y kika a la defensiva trató de explicar porque estaban ahí.

Los pececillos, hicieron señas de que los siguieran, que el maestro las esperaba. Las dos ballenas se miraron como un par de cómplices, y fueron tras los peces.

Nadaron entre un verde-azul que las cegaba, hasta un claro despejado donde se erguía desde el suelo, una gruesa columna de piedra amarilla. Detrás del altar, un ser encapuchado le hacía un gesto con su mano. No podían ver que era, que aspecto tenía, solo alcanzaban a distinguir entre la capucha, un par de ojos.

Tía Kika quiso decir porque estaban ahí, pero el curandero habló:
- Se que han venido hasta Cristal Coral en busca de algún bocadillo o algún brebaje que les proporcione sabiduría o poder, pero aquí no encontrarán nada de eso, su viaje ha sido inútil. ¡Váyanse ahora!

Tía Kika hizo caso omiso a las palabras del curandero y dejó que Lola se acercara a él, al tiempo que preguntaba:

- Curandero, yo solo quiero saber si mi sobrina está enferma, si el color rosa de su cuerpo es normal. Si ella puede morir a causa de ello. Haré lo que me pida…

El curandero miró con curiosidad a Lola. Le pidió que se acercara más, hasta un cristal que pendía del techo de la gran caverna. Lola se acercó, y el cristal empezó a girar al tiempo que lanzaba destellos de todos los colores. Lola empezó a flotar sumida en un ensueño.

Entonces, él habló de nuevo:
- ¡Ella es! No cabe duda, mis visiones eran verdad. ¡Ella existe!

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