En busca de Coral Cristal

Parte I

El crepúsculo dejaba tenues rayos arrebol sobre la superficie del mar. Lola revoloteaba en el agua tratando de calmar la inquietud que sentía en ese momento. Su tía Kika, disfrutaba de la tibieza del astro rey, mientras aspiraba profundamente el aroma infinito del azul y sal.

Lola no paraba de moverse, hasta que sintió en un costado el coletazo de su tía. Lola soltó un gemido que se terminó diluyendo entre los suspiros de Kika cuando vio desaparecer por completo la luz rojiza del sol, que ya empezaba su cambalache con la blanca luz de la luna.

- ¿Ahora si, tía?- Preguntó Lola.

- Si Lola, ahora si.- Contestó Kika, sumergiéndose de inmediato hacia las profundidades marinas, seguida por Lola que nadaba junto a ella.

Kika era una hermosa ballena gris-plata, y se hacía cargo de cuidar a Lola, su sobrina, una pequeña y linda ballenita rosada que vivía con su tía desde que sus padres murieran en una horripilante caza de ballenas, donde solo sobrevivió ella.

Las dos emprendieron un viaje un tanto misterioso, y hasta peligroso. Se dirigían a la tierra de Coral Cristal. Un lugar ubicado en la última grieta del suelo del océano. Ahí vive el viejo curandero, sabio de sabios, genio de todas las magias, conocedor de todos los poderes.

Se conocían cientos de historias sobre él, pero nadie sabía si eran verdad. Se decía que él posee el don de la sanación, y es por eso que Kika y Lola se decidieron a ir en su busca.

Al parecer, el color rosado de Lola no era normal, y Kika creyendo que se podría tratar de un mal fatal, decidió correr todos los riesgos necesarios para salvar a Lola de fenecer sin haber vivido lo suficiente.

Pasaron algunas horas nadando, siguiendo cuidadosamente, a un grupo de noctilucas que servían como guías hacia Coral Cristal. Cada vez las aguas se tornaban más frías y oscuras. Tuvieron que ofrecer soborno a una banda de anguilas delincuentes que dominaban algunas zonas cercanas a la gran grieta.


De pronto, cuando solo se podía ver gracias a la fosforescencia de sus guías, ahí estaban, justo frente a la gran hendidura en el fondo del mar. Ahora, tendrían que seguir solo ellas dos.

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