En el desván

En la parte más alta de la casa, en un cuartucho diminuto donde apenas llegan unos cuantos rayos de sol por las desvencijadas rendijas de una ventana, dejaron olvidado a Simón.

Simón fue el mejor amigo de Patty, la pequeña pelirroja de cara pecosa que lo cuido por poco mas de diez años.

Pero Patty creció. Ahora no tiene tiempo para Simón. Ella se pinta las uñas, habla todo el día por teléfono, hojea revistas con sus amigas, y duerme abrazada a un nuevo y esponjado oso que llama Tito en honor del joven que se lo regaló.

Simón lleva tres días acurrucado en un rincón del desván. Le asusta la oscuridad. Se cubre la cara con sus manitas de trapo para no ver las sombras que danzan a su alrededor. Se le han hinchado los ojitos de tanto llorar y las mejillas se le han puesto blandas por tanto mojarse con las lágrimas.

La cuarta noche sintió que alguien lo observaba desde la penumbra.
- ¿Quien está ahí? – preguntó Simón con voz temblorosa.

- ¡Un cachivache! -Contestó una voz.

- ¡Acá otro cachivache! -Dijo una voz mas entre risitas de complicidad.

Simón extrañado se acercó al lugar de donde venían las voces. Para su sorpresa se encontró una muñeca rota del torso y una zapatilla de ballet bastante desgastada que le saludaban sonrientes.

Eran cachivaches, esperpentos abandonados. Ya no servían, eran inútiles. Allende de que los niños habían dejado de ser niños y nos les importaban mas. Como muestra de compasión, los arrumbaban en el desván por no tener corazón para tirarlos a la basura.

Desde aquel día Simón dejó de sentirse solo y triste. A sus nuevas amigas la muñeca rota y la zapatilla rosada, se les unieron una lámpara descompuesta, una escoba maltratada, una pelota desinflada y un patín sin ruedas. Todos eran cachivaches. Todos tenían algo en común, eran viejos y no servían. Pero para ellos la vida empezaba apenas en el desván. Sin clausuras empezaban a ser ellos mismos, sin reservas, sin miedos. Durante el día permanecían quietos y en silencio, pero las noches las convertían en tramas llenas de música y poesía. Eran artistas de su propia vida. Las arañas tejían grandes telones de seda y las luciérnagas alumbraban el escenario con sus panzas. Los grillos tocaban sus violines y la luna sonreía contenta mirando por la ventana.

Todo es verdad… ¿has visto cachivaches en tu desván?

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