Cuenta la historia que hubo una vez una princesa muy bella, fue secuestrada y encerrada por una bruja que vivía en una torre escondida en un tenebroso bosque. La princesa era hija de un rey regordete venido a menos que le debía cientos de favores a la vieja hechicera y como nunca le pagó, ésta en venganza tomó prisionera a la joven doncella. Entonces, un valeroso príncipe del reino vecino se enteró de la desgracia de la pobre princesa y le ofreció al padre rey rescatarla a cambio de su bendición para cortejarla y posiblemente casarse con ella. El rey gustoso accedió y así sucedieron los hechos.
Una tarde, el príncipe se encaminó por una siniestra senda hacia el bosque perdido. Llegó hasta la torre que estaba rodeada de una acequia que contenía monstruosas criaturas y que el mozo supo sortear con criterio y valentía.
Sorprendió a la bruja cuando ésta dormitaba y fue fácil acabarla atravesándola con su espada mágica haciéndola desaparecer para siempre.
Contento subió hasta la habitación donde se encontraba la princesa. Ahí estaba ella tendida en una cama. El príncipe se sorprendió al verla. Era un encanto sublime. La claridad de sus cabellos, sus mejillas sonrosadas y sus labios rojos, atenuaban más la hermosura de la damisela.
Se aceró despacito a la cara de la princesa con la intención de besar sus labios, pero antes de hacerlo escuchó unos extraños ruidos. Esperó unos segundos y no escuchó nada más. Al intentar de nuevo el beso, escuchó de nuevo unos ruidos, pero ahora más fuertes. No hizo caso de nuevo.
Otra vez el rijoso sonido le interrumpió, pero esta vez se dio cuenta que los ruidos salían del cuerpo de la princesa. Se acercó más a ella y reconoció ese extraño e incómodo ruido que hace el estómago cuando algo sucede ahí dentro.
Sin darle más importancia intentó por cuarta ocasión besarla. Acercó su boca a la de ella y justo al posar sus labios, la princesa entreabrió su boca y soltó un virulento eructo desde el fondo de sus entrañas que fue a dar directo a la cara del príncipe que atolondrado dio un salto hacia atrás.
-puafff- dijo el príncipe –creí entender que en esta historia no habría dragones….ufff… -
Al final discutieron y cada quien se fue por su lado.
Y Colorín Colorado, esta historia ha terminado.