Bailarina

Es esbelta. Delgada como ninguna. Lleva un vestido color rosa. Tan pegado a su cuerpo que casi se desvanece. Su piel tiene un color casi transparente. Está ahí, siempre lista para bailar.
Su cara está un poco ladeada y lleva el cabello recogido sobre su cabeza. Es café como el chocolate. Sus ojos son grandes. Con un brillo pizpireto dibujado en las pupilas.

La pose que toma es un tanto curiosa. Levanta ligeramente un pie. Es como si lo hiciera por instinto. Levanta su pie cuando cree que ve pasar un cangrejo juguetón debajo de su zapatilla.
Siempre sonríe. Pareciera que no conoce de penas. Parece que la felicidad se quedó a vivir en su frágil cuerpecito. No le importa estar sitiada en ese pedestal. No finge ser feliz. Solo es feliz.

Es bailarina. Baila ballet.

Espera con la paciencia del azul de ser mar. Solo está ahí. En el mismo rincón del estante. En mi cuarto. Un par de telarañas empañan su vista. Eso no le importa a ella. Ella nació para bailar. Ella fue creada para bailar. No importa el tiempo de espera. Sabe que en cualquier instante llevaré mi mano hasta su base. La tomaré con cuidado. Soplaré para sacudir el polvo acumulado. La miraré mientras doy vuelta a la llavecita dorada. Y entre mis manos, volverá a bailar.

Ella es bailarina. Escucha la música y baila. Da vueltas y vueltas. Hasta que la cuerda se acaba.
¡Dos vueltas mas! Parece suplicar. Dos vueltas más y la bailarina vuelve a bailar.

¡Que feliz se le ve! Y es muy feliz porque hace lo que más le gusta en este mundo: bailar y ser la protagonista de mi cajita de música. Ella es mi bailarina de ballet.

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