Una noche descubrió Rosita con tristeza que su tiempo no era suficiente para llevar acabo tantas tareas, por ello decidió realizar una recolección un tanto original. Todo comenzó en su propia casa.
La siguiente mañana, Rosita hurgaba con desespero los cajones de su cómoda. Buscaba un antiguo reloj de plata que su abuela le había regalado que recordó guardado en su cofre de madera azabache. Cuando abrió la tapa, ahí estaba la prenda resplandeciente. Sintió nostalgia, pero aún así lo tomó entre las manos y lo despanzurró de un golpe. El tiempo que contenía se desparramó y Rosita rápidamente lo recogió y metió en una bolsita que pendía de un cordel de su cuello. Guardó lo que quedaba del reloj y se dirigió al resto de la casa para hacer lo mismo con los demás relojes que encontrara. Desbarató al reloj cucú. Desarmó el reloj de pared en la cocina. Le quitó el tiempo al péndulo de la estancia, y cuando hubo terminado con todos los relojes de casa, salió a las calles en busca de más.
Se encontró con el reloj del campanario de la escuela y lo dejó inerte. Después el reloj solar de la plaza central. Hasta un reloj de arena vació para quedarse con su tiempo. Engranajes, manecillas, carátulas, cuerdas y tornillos, yacían esparcidos por los empedrados del pueblo de San Juan de Morón.
Pero Rosita no se había percatado de que todo se iba deteniendo a su paso. Nada se movía. No había viento que meciera los árboles en la floresta. Las estaciones se detuvieron y el solsticio se confundió con el equinoccio. Las personas quedaron petrificadas sin poder seguir con su continuo ir y venir. Rosita se detuvo a mirar. Ya tenía suficiente tiempo en su bolsita, pero no le servía de nada en un mundo paralizado.
Entonces, mientras lloraba desconsolada, un duende se apareció frente a ella y le dijo:
-Rosita, pequeña, no necesitas quitarle el tiempo a la vida, es la vida la que te regala un tiempo hermoso para disfrutar. Cada segundo, minuto, y cada hora, son tuyos. En ti encontrarás la sabiduría para organizar cada momento.
Rosita sonrió al darse cuenta de que era verdad, solo ella podría resolver su problema con el tiempo. Regresó el tiempo a sus relojes y todo volvió a funcionar. Rosita aprendió a disfrutar sin prisas ni angustias cada segundo de su vida.
Rosita y El Tiempo
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